Es un fenómeno que choca a los europeos. En Brasil, prácticamente, no existe una oposición al gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff. Hasta el punto que el líder del que debería ser el mayor partido de la oposición, Fernando Henrique Cardoso, expresidente de la República y fundador del PSDB (Partido Socialista Democrático de Brasil) pidió a sus correligionarios que “dejaran trabajar en paz” a Dilma.
Es verdad que una cierta condescendencia de la oposición con la actual Presidenta, supone indirectamente una crítica a su antecesor, Lula da Silva, ya que consideran que ella se desvía de su tutor en la lucha contra la corrupción.
La mayoría de los grandes partidos ha preferido desde siempre en Brasil vivir cobijada bajo las alas del gobierno del que reciben ayuda y cargos que les permiten ayudar a sus respectivos colegios electorales. Nadie quiere estar en la oposición y menos contra un gobierno como el de Rousseff con casi un 80% de consenso.
Lo mismo había ocurrido con su antecesor el carismático y popular Lula da Silva, de quien escribí en este mismo diario un artículo que fue traducido también aquí en Brasil titulado “Y Lula se comió a la oposición”.
Se la había comido de verdad, ya que nadie se atrevía a criticar un gobierno que gozaba de la máxima popularidad, apoyado por la gran masa de pobres que veían en Lula a su Mesías y Redentor.
Esa dificultad de enfrentarse con un gobierno popular con, además, gran apoyo internacional, hizo que incluso en 2005, cuando estalló el escándalo de corrupción política de mensalão, que hubiese podido costarle el cargo a Lula, la oposición no se atrevió a enfrentarse a él, ante el temor de la amenaza que había lanzado de sacar en su apoyo a la calle a los movimientos sociales controlados por el partido del gobierno, el PT, fundado por Lula.
Ello ha llevado a una situación paradojal. Ante la ausencia de una oposición política seria y eficiente, algo fundamental e indispensable en las mejores democracias y en los gobiernos mejor valorizados, dos estamentos de la sociedad han tomado el relevo de la oposición: los medios de comunicación y la justicia.
Los medios son los que en los últimos años han funcionado como oposición colocando sobre el tapete todos los escándalos de corrupción incluso los que llevaron a Dilma a retirar de su gobierno a ocho ministros.
Y no se ha tratado de algunos medios más o menos críticos con el poder.
Todos los diarios, semanales y televisiones más importantes, han sacado a luz escándalos políticos de corrupción de políticos tanto del gobierno como de la oposición. Lo han hecho los diarios Folha de Sâo Paulo, Estado de São Paulo, O Globo, Veja, Istoé, Panorama y las televisiones Globo y Banderantes entre otras.
Y junto con la prensa, el otro eje de la oposición lo está ejerciendo la justicia, tanto los fiscales del Estado como los jueces del Supremo que están condenando estos días a los políticos acusados de haberse dejado sobornar para apoyar en 2003 al gobierno Lula así como a los acusados de haber sido los corruptores de dichos políticos sirviéndose de dinero público usado ilegalmente.
Hay quién se pregunta si es normal en una democracia que sean instituciones como los órganos de información y los tribunales de justicia, los que hayan tomado el relevo de la ausencia de oposición política.
La pregunta no es de fácil respuesta. Sin duda que en una democracia normal, la oposición la deben hacer los políticos, que es lo que asegura la alternancia en el poder ¿Y cuando éstos se ausentan? ¿Es justo que tome esa misión otras instituciones, desde la prensa a la justicia o a las redes sociales?
Lo que habría quizás que entender es que el caso de Brasil es una anomalía, porque de repente el gigante americano se ha despertado y ha empezado a crecer no sólo económicamente sino también cultural y socialmente.
La opinión pública que por un lado rechaza la corrupción política, por otro se siente tranquila con unos gobiernos que la hacen soñar con mejoras año tras año.
Cuando el clima general de la sociedad es de esperanza en un futuro inmediato que se les presenta mejor que el pasado, no es fácil a los políticos desempeñar su papel indispensable de oposición.
No es una justificación, ya que estoy convencido de que sin oposición la mejor democracia acaba corrompiéndose inexorablemente. Es tan solo una constatación de una coyuntura histórica, que es real.
Lula y Cardoso, adversarios políticos de una vida
Juan Arias. Periodista do jornal El Pais.
O olhar Marina da Silva sobre o Brasil e pelo mundo! AQUI É TOLERÂNCIA ZERO COM A INTOLERÂNCIA, AFINAL SOMOS TODOS HUMANOS!
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Marina, publiquei o finalzinho desta matéria (com meus comentários) no facebook.
ResponderExcluirQuem roubou nossa coragem foi o dinheiro de quem trabalha e paga impostos, que comprou os 'mensalistas' e que compra o povo com as bolsas-esmola. Cobra comendo o próprio rabo. Quem vai se opor a um governo que tem 80% de aprovação popular? Só se quiser decretar seu suicídio político! Dói, isso, não? Afff...
Beijos, Angela
http://noticiasdacozinha.blogspot.com
Afff Affffffff!
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